De inundaciones y sus contextos. Más allá de las precipitaciones intensas. 

  • 1 noviembre, 2020

María Silvia Sánchez Cortés 

Al final de la primera semana de noviembre, después de varios días con viento e interrupciones de energía eléctrica en la zona alta de Tuxtla Gutiérrez, me encontré con la publicación de un amigo en las redes sociales, quien relataba desde San Cristóbal de las Casas: “Ya se quitarán las lluvias…cuando el cielo está muy nublado, un buen indicador de que se retiran, son los zopilotes. Estas aves [ya] comienzan a levantar vuelo y a planear”.  Había observado a las aves y destinó este mensaje para alentar a los amigos ante las abundantes precipitaciones e inundaciones que se habían registrado. Después de este mensaje siguieron múltiples imágenes de lo que estaba ocurriendo en el norte de Chiapas.  

El mes de octubre se caracteriza por presentar la mayor cantidad de precipitación en la mayor parte de Chiapas. En este año las lluvias se extendieron hasta noviembre. Sin embargo, desde hace varios años, en la región no se registraban inundaciones tan extensas como las provocadas por el frente frío número 11 y en diferentes lugares. Desde San Cristóbal hasta Yajalón, Tumbalá, Ocosingo, Salto de Agua y Francisco León entre otros. Se trata de municipios ubicados o colindantes con la Sierra de Chiapas, y en sus territorios se encuentran diferentes arroyos y ríos que alimentan los caudales de los ríos principales como el Usumacinta y el Grijalva, que desembocan en la amplia llanura inundable de Tabasco y la costa del Golfo de México. Derivado de este frente frío, en Chiapas se presentaron deslizamientos del terreno y 19 víctimas mortales, así como cortes en las carreteras, muchas de ellas ubicadas en localidades habitadas principalmente por pueblos tsotsiles, tseltales, zoques y ch’oles. Amigos de Yajalón me contaron que las plantas se estaban muriendo, ya no alcanzaron a terminar de cosechar el maíz de temporal y muy probablemente perderán cafetales, ambos significan la base del sustento familiar.  

Mientras tanto en Tabasco y su capital, la población aún estaba resentida por las recientes inundaciones cuando se sumó el otro evento hidrometeorológico. Los culpables y las causas de las inundaciones empezaron a surgir. Circularon las narrativas de la corrupción de gobiernos anteriores, la deforestación, la falta de planeación y ordenamiento territorial, pero sobre todo la presa Peñitas y las autoridades federales que la administran. Sin embargo, aunque los medios de comunicación y los políticos culpen al Río Grijalva y a la presa Peñitas de las inundaciones en el territorio tabasqueño, en esta ocasión el principal aporte de agua vino del Usumacinta y sus afluentes principales como el Río de la Sierra. El Usumacinta suele causar inundaciones en las zonas ganaderas y agrícolas por lo que estos eventos son menos llamativos con respecto a las inundaciones en la ciudad de Villahermosa. 

Los deslizamientos en las montañas de las localidades indígenas y las inundaciones en el norte de Chiapas y Tabasco mostraron una vez más que los denominados “desastres naturales” son construidos social, económica, política e históricamente por los humanos. Además de presentarse a través del tiempo, estos eventos están vinculados a escalas locales, regionales e internacionales. El Usumacinta se origina en Guatemala, y la generación de energía eléctrica está relacionada con demandas e intereses que van más allá de la región en donde se produce. A su vez, a las actuales inundaciones y deslizamientos, se suma la pandemia expresada en la COVID 19 y el contexto del cambio climático. Se esperan eventos hidrometeorológicos más frecuentes e intensos que acentúan las consecuencias del deterioro ambiental, vinculado a la deforestación, azolves de presas y falta de planeación territorial. 

Por su parte diferentes medidas de mitigación ante las inundaciones siguen enfocándose a lo emergente y a una visión de corto y mediano plazo como las propuestas de desazolves de ríos o mejorar el manejo de las turbinas. Más que antes se requiere de medidas con efectos de largo plazo y alcance como el ordenamiento territorial y la comprensión de las causas históricas, políticas y económicas que han llevado a esta problemática. Este es el caso de la desviación de los ríos para disminuir la condición inundable de la capital y los terrenos agrícolas, y que, pese a todas las obras, estos desvíos han empeorado la situación actual al conjuntarse con otras situaciones como el establecimiento de viviendas en zonas de riesgo. 

Será importante replantear nuestras relaciones entre humanos y no humanos como con el agua, sus cauces, los seres vivos que habitan en bosques, selvas y llanuras los cuales contribuyen a mitigar los grandes eventos meteorológicos. El agua es más que un recurso natural y su valor debe ser replanteado y contextualizado biológica, ecológica y culturalmente.  Es necesario trascender las visiones de gestión y planeación territorial incorporando otras formas o modelos de habitar el territorio, de replantearnos cómo habitamos las ciudades y como se satisfacen necesidades y preguntarnos ¿de dónde traemos el agua y por qué debemos cambiar este esquema? ¿cómo generamos la energía eléctrica y que se puede reorientar? ¿por qué se debe ir más allá de la reforestación e incluir a la restauración de cuencas y subcuencas? Todo ello desde una visión integral y un quehacer sistémico, pero sobre todo relacional en donde la cultura, las diferentes formas de convivir con la naturaleza y la inclusión de los seres no humanos estén considerados. 

En este último aspecto se retoma uno de los puntos de reflexión que hemos venido expresando en la RESMA, como es el de replantear nuestra relación con la naturaleza y para como lo menciona Boaventura de Sousa (2020:15), “tener la esperanza de ser capaces de imaginar el planeta como nuestro hogar común y a la naturaleza como nuestra madre original, a quien le debemos amor y respeto”.   

Fuentes 

Boaventura de Sousa, Santos, (2020), La cruel pedagogía del virus, CLACSO, Buenos Aires, 88 p. 

Créditos fotografías 

  1. Lauriano Baldemar Cruz Montejo. Pérdida de cultivos café. Ejido Amado Nervo, Yajalón, Chiapas.  
  2. Lauriano Baldemar Cruz Montejo.  Sierra de Chiapas.  
  3.  Familia Pozo Montuy. Ranchería Leona Vicario, Balancan, Tabasco.  
  4. Heberto Abreu. Isla Frente Único: Balancán, Tabasco.  
  5. Comunidad Amado Nervo. Aun lloviendo.  
  6. Inundaciones en Tabasco. 
  7. Inundaciones de Tabasco.  

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    • Dulce Espinosa
    • 17 diciembre, 2020
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    El texto de la Editorial del mes es hermoso y las fotografías que lo acompañan son increíblemente bellas, además de lo cual, obligan a pensar. El peso de las obras hidráulicas sobre los ecosistemas intervenidos por esas obras es enorme, agobiante. Recientemente la revista Nature ha publicado un informe según el cual los materiales fabricados por la industria mundial en cuanto “masa antropogénica” ya superaron el peso de la biomasa viva total en la Tierra. La producción de materiales artificiales, tales como hormigón, asfalto, tabique, metales y plástico, se duplica aproximadamente cada 20 años según los cálculos proporcionados. En promedio, a cada persona en el mundo le corresponde semanalmente la producción de un volumen de dicha masa antropogénica igual o mayor a su peso corporal. El cómputo no incluye la basura diseminada por el mundo, cuyo volumen es igual de inmanejable, pero no tan fácil de calcular como los materiales producidos para el mercado, en donde al contrario de los desperdicios, son ganancia pura en el PIB. El análisis fue realizado por un grupo de investigadores del Instituto de Ciencia Weizmann de Israel. Su artículo comienza con una frase típica, a la que estamos más que acostumbrados: “‎La humanidad se ha convertido en una fuerza dominante en la formación de la faz de la Tierra”. Sólo les faltaría agregar que “si no hacemos algo inmediatamente…”, etcétera. ¿Qué es lo que “la humanidad” domina? Son frases algo huecas. La humanidad “es una ficción compuesta a partir de miles de millones de individuos para los cuales la vida es singular y definitiva” (Gray 2013: 15). En la RESMA hemos visto autores sustantivos, quienes hablan del peso causal perentorio de los actantes no humanos (Latour) o los hiperobjetos (Morton). El editorial va en esta dirección, cuando concluye que debemos pensar “todo ello desde una visión integral y un quehacer sistémico, pero sobre todo relacional en donde la cultura, las diferentes formas de convivir con la naturaleza y la inclusión de los seres no humanos estén considerados”. Para considerar a los actantes no humanos junto a los humanos hay que admitir que la naturaleza de sistemas que procesan energía-materiales-e-información es eminentemente entrópica. Su eficiencia calculada por Carnot es de 10% máximo, si todo va bien. Lo demás, entre un 90% y 100%, es desperdicio sólido y calor muerto, también en el caso de sistemas que conviven con la naturaleza “sustentablemente”. ¿Cuál es el problema? El problema consiste en que la energía una vez gastada no es renovable, salvo pruebas de lo contrario. Por lo demás, todo sistema opera a expensas de los demás hasta agotar existencias. La humanidad por ser una idea, no un sistema mínimamente operativo —a no ser que un virus la obligue a serlo— no tiene control sobre nada. Nunca lo tendrá por ser una de las partes del todo. El margen de maniobra que les queda a las sociedades humanas concretas sólo se percibe con un modelo adecuado, uno que no esconde la basura bajo la alfombra. En nuestros tiempos el asunto se volvió un callejón sin salida llamado desarrollo, ya que los productos y desperdicios en esta “civilización de la máquina” —la metáfora es de Karl Polanyi— se volvieron “actantes antropogénicos” que imponen su propia dinámica energética de peso pesado sobre el conjunto. Cuando se hace una presa, se deforestan los alrededores, el lago se azolva en pocos años y los asentamientos humanos rio abajo se inundan con cada temporal. Esto va a ser así hasta que se haga otra presa montaña arriba, para aprovechar las que todavía fungen más abajo. ¿Quién puede vivir sin electricidad en su casa? Para compartir estas profundas reflexiones con Ustedes, querida RESMA, necesito prender mi computadora…

    • Elena Lazos
    • 11 diciembre, 2020
    Responder

    En efecto, los eventos hidro meteorológicos serán cada vez más frecuentes y sus impactos mayores. ¿Cómo prepararnos como sociedad ante ellos? ¿Qué capacidades colectivas podemos construir para hacer frente y cómo desligar responsabilidades para las reparaciones futuras de las causas de las inundaciones? Gracias por estas reflexiones.

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